El >anarquismo tomó distintas direcciones. Hubo un anarquismo individualista, que afirmó la libertad personal contra las presiones del grupo organizado, y un anarquismo colectivista, que se extravió por los caminos de la >utopía de las sociedades autogestionarias. Este tipo de anarquismo tuvo mucha vinculación con el análisis marxista de la sociedad. Condenó al Estado como instrumento de opresión al servicio de la clase dominante. Sostuvo que todos sus elementos no son más que factores de coerción de la libertad de las personas. Postuló, en consecuencia, la insurrección revolucionaria contra la sociedad autoritaria para suprimirla de raíz.
El francés Pierre-Joseph Proudhon tuvo por incompatibles el poder y la libertad. Afirmó que el Estado es una entidad creada con fines de opresión de unos hombres por otros y que está condenado a desaparecer. Su lugar será ocupado por grupos libre y voluntariamente organizados, en los que prevalecerá la justicia espontáneamente y el orden social no requerirá de fuerza coactiva.
Pedro Kropotkin formuló las bases de la teoría anarco-sindicalista, que tuvo importante influencia en la Confédération Général du Travail de Francia antes de 1914, en la Confederación General del Trabajo española durante los tormentosos días de la guerra civil e incluso en la Industrial Workers of the World de Estados Unidos de América por aquellos tiempos. El pensador ruso vinculó sus ideas anarquistas a los métodos revolucionarios y obtuvo como resultado un anarquismo violento que se extendió a través de organizaciones clandestinas dedicadas a la acción subversiva.
Con estas ideas se extendió por Europa el movimiento anarcosindicalista que propugnó la articulación de los postulados del anarquismo con la organización sindical para derrocar el orden social imperante. La idea fue utilizar la fuerza de los sindicatos en las acciones insurgentes, confrontar el poder sindical contra el poder estatal y vertebrar la futura sociedad con base en la organización sindical. Su primer líder fue el suizo James Guillaume, discípulo de Mijail Bakunin.
El anarcosindicalismo promovió una importante lucha en el siglo XIX y en la primera parte del XX en favor de los objetivos de los trabajadores. Tuvo una apreciable influencia en el movimiento sindical. Pero produjo también acciones violentas y, a veces, incluso terroristas en Europa y en Estados Unidos.
Los célebres “mártires de Chicago”, promotores de la lucha por la conquista de la jornada laboral de ocho horas y condenados a muerte o a reclusión en 1886, que dieron lugar al primero de mayo como fecha internacional de los trabajadores, fueron líderes anarcosindicalistas: los norteamericanos Óscar Neebe y Albert Parsons; los alemanes Auguste Spies, Michael Schwab, Georges Engel, Adolph Fischer y Louis Lingg; y el inglés Samuel Fielden.
Lo cual demuestra la penetración que el anarcosindicalismo tuvo durante el siglo XIX en el movimiento obrero de Estados Unidos.
Ellos dirigieron la huelga general del primero de mayo de 1886 y protagonizaron los aciagos enfrentamientos con la policía el 3 y 4 de mayo en la empresa McCormick y en la plaza Haymarket de Chicago, en cuyo honor se estableció el día internacional del >trabajo.
Hay fundadas sospechas de que León Czolgosz, que asesinó al presidente William McKinley de Estados Unidos el 6 de septiembre de 1901, fue un militante anarquista. Vio en el gobernante un representante de la >plutocracia norteamericana y declaró ante el jurado que no había tenido cómplice alguno y que ejecutó su acción “en favor de mi querido pueblo y estoy dispuesto a morir por él”.
Estos y otros episodios, probablemente, indujeron a mucha gente a confundir anarquismo con >terrorismo. El propio presidente Theodore Roosevelt, sucesor de McKinley, propuso inmediatamente una curiosa “solución” a los problemas sociales de su país: “el sentimiento que anima ahora a una amplia porción de nuestro pueblo sólo puede ser suprimido…escogiendo a diez o doce de sus líderes (sindicales), ponerlos contra el paredón y fusilarlos”.